Valentia Fosca nace!


Al lector:

No es menester querer promover una actividad tan poco lucrativa y didactica como la escritura. Lo hacemos como última voluntad. Antes de que todos acabemos carbonizados por la mugre que habita en la capital del Turia. Como huímos de ella en pos de un bienestar fetén, no vemos mejor elección que antrincherarnos en la red y ser profanos en nuestra tierra. A través de nuestros personajes crearemos un submundo oculto. Carecemos de mala voluntad; pero no somos testigos mudos, más bien somos declarantes que denuncian su malestar. Somos un poco hijos de puta.



lunes, 21 de septiembre de 2009

Elmir J. Siniestro.

INFLEXIÓN


Se abrió con ese ruido tan característico la parte inferior de la caja donde se guardan tantos billetes. El hombre estrechó su mano gélida y recibió con seriedad los diez euros que salieron de mi bolsillo . Eran unos euros recién horneados por el único cajero que estaba abierto en la Calle de La Paz. Ese momento clave , que se podría congelar o grabar para la posteridad, supone mi derecho de admisión al Picadilly. Esto nos inculpa. Hemos sobrepasado el punto de inflexión.



Y ahí estamos otra vez. Nos sumergimos tras la puerta de cristal y nos propulsamos hacia las marismas oscuras de este antro. Como si fuéramos almohadillas juguetonas flotando como burbujas que en su interior , a priori vacio, llevan sus penas consigo. Destilamos nuestra esencia dentro del féretro gigante. Un féretro que está enterrado en pleno centro de la ciudad. Ahí es donde depositamos toda ( posiblemente única ) esperanza. Es una esperanza fúnebre, porque el punto de inflexión te cobra un precio alto. Se basa ( y seamos realistas ) en UNA BÚSQUEDA( o en ocasiones re-encuentro ) de una mujer que dentro de la asfixia que provoca este sarcófago, esté dispuesta a tener como mínimo una conversación que luego sirva como excusa para intentar por todos los medios satisfacer las necesidades sexuales. Amén. En ocasiones, esa esperanza se convierte en una huída. Acudimos al ataúd porque simplemente y llanamente no podemos ni queremos dormir. Hoy no estamos dispuestos a conformarnos con una simple silueta de algo que pudiera haber sido y no fue. No iremos a casa hoy. Esta noche hemos cruzado el punto de inflexión. Seamos conscientes de que no podemos esperar al Sol afuera. Si no descendiéramos a los avernos calavera y los destellos de la luz solar nos llegaran a tocar; podría derretirse la membrana de nuestros sesos y quedar además ciegos. Preferimos que el Sol, por el momento, no asome su circunferencia iluminada y nos queme las retinas oculares. Nos tiene hartos.


Sergi ya había encontrado una cenicienta a la que presentarse y lanzarle un discurso seguramente apocalíptico y metafísico sobre la existencia humana en un tugurio como el del Picadilly. Le debía ir bien, ya que ella no le quitaba los ojos de la cara y él ya había empezado a gesticular con las manos y a lanzar esa mirada al aire ( el aire “Picadillyano“ es un aire perpetrado y viciado por el humo y si además le sumas el apetito “testosterónico” de las hormonas masculinas que piden paso con tremenda austeridad entre tanto olor humano, la humedad incrustada en cada poro y en cada centímetro cuadrado, el adorno de la música electro-infernal y el olor de ultratumba que provoca el idiota que tengo al lado que no sé porque coño va sin camiseta; podemos deducir e interpretar que rozamos el esperpento marginado y escueto de la cara sucia de la abominable Valencia; sudor, calor, humedad y ganas frustradas de follar unidas en una misma dirección que aspiran a ir juntas de la mano pero que por circunstancias de la estúpida dignidad humana, no llegan a la meta deseada ; olvidarse de uno mismo o morir en el intento.


Ya había visto en el centro de la pista a la de la falda azul . La de la falda azul , llevaba unas gafas negras que le daban un toque extremadamente sexy. Especimenes carnívoros la rodean. La de la falda azul parece que hace un ejercicio de introspección y entre los ligeros movimientos que realiza en el centro de la pista y el espacio que genera los buitres rodeando y merodeando (quizás esperando una oportunidad o una mirada que les sirva de excusa para realizar un ataque desmedido hacía su cuerpo) , me voy posicionando hasta que esté a una distancia lo suficientemente prudente como para no ser del todo visto y ser visto “en un todo” al mismo tiempo. Como si quiero , pero que no quiero. Sí quiero. Sí. Entonces se me ilumina la luz roja que habita dentro de mi y me predispongo a lanzar un ataque sin escrúpulos. Estoy concentrado, borracho y tengo la labia dispuesta para tratar cualquier tema. Ya estoy acostumbrado. Sé hablar de todo y soy capaz de cambiar hasta de ideología y convertirme en un fascistoide por la conquista de la carne humana. Así soy a estas horas: un tremendo animal en busca de solomillo fresco. Puedo cambiar mis firmes principios por un “si”. Así que allá voy. Tengo el apoyo de mis amigos. Los oigo tras mis hombros. Gritan cánticos de guerra , como los Sioux y a ellos se les ha unido Alain Delon, también Pasifae , y demás aguerridos guerreros de la baja sajonia que me encuentro por el camino. Oigo el aliento de Espartaco y como un rayo de luz, aparecen en mi memoria fotogramas que parpadean fragmentos de Sueños de un Seductor. Puedo vislumbrar a Marat y Daltón, a algún Soviet, también a Durruti, los susurros de Mr. Tom Waits, los gritos de Miller alentándome hacía mi tesoro unidos a los delirios de un Bogart que parece ir de Ketamina…Y hacia allí me dirijo. Cada paso se convierte en un alarido enorme. Cada vez que uno de mis pies toca el suelo y se desdobla para avanzar hacia la carne, el Picadilly entero tiembla. Tiemblan los cimientos, se tambalea el edificio y hasta la música sufre mis vibraciones. Cada paso: un alarido. En cada zancada noto el aliento de todos los que me apoyan . Cada paso es una consecuencia del traspaso del punto de inflexión. Cada paso es una engrasada autoestima a diez mil por hora. Y ahí llego, con la perfección de un matemático experimentando en ecuaciones imposibles, con la perseverancia de un Don Juan del siglo XVIII que ostenta un gran vocabulario romántico, como un Mastroniani convencido de que su conquista es cuestión de tiempo, como un regimiento enorme de Visigodos enfurecidos, con textura, esponjoso, pero con cinco o seis cohortes, con la bravura de un bárbaro esperando a la barbaridad. Esto va a ser la puta batalla de Brunete que esta vez no se va a perder....


Hola, ...perdona...¿por casualidad no estarás hambrienta?


Continuará...

1 comentario:

  1. Muy bueno, como un entrecotte a la brasa en su punto con un toque de mostaza.
    Me he quedado con ganas de saber como acaba.

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