Valentia Fosca nace!


Al lector:

No es menester querer promover una actividad tan poco lucrativa y didactica como la escritura. Lo hacemos como última voluntad. Antes de que todos acabemos carbonizados por la mugre que habita en la capital del Turia. Como huímos de ella en pos de un bienestar fetén, no vemos mejor elección que antrincherarnos en la red y ser profanos en nuestra tierra. A través de nuestros personajes crearemos un submundo oculto. Carecemos de mala voluntad; pero no somos testigos mudos, más bien somos declarantes que denuncian su malestar. Somos un poco hijos de puta.



viernes, 3 de septiembre de 2010

"Elmir en la playa" por Elmir J. Siniestro.

Me limito a recibir en mi piel todas las partículas que hiciera falta inventar para sostener este moreno. Lloro calor. Amo este misceláneo: arena, ardiente combustión, rayos de Sol, oleaje musical a poca distancia, el ligero eco, la serenidad que provoca el hecho de saber que si sudo, el agua salada refrescará cada porción de mi longeva figura, el silencio seco, la arena otra vez, la toalla espumosa, la brisa que aparece y desaparece golpeando con extrema suavidad mis testículos que se hornean al sol con la paciencia que podría tener una roca capacitada para soportar miles de destellos solares y millones de días de bochorno, etcétera. Ellos serían capaces de estar sometidos a la combustión tenaz de los aguerridos rayos del astro al que yo llamo DIOS por los siglos de los siglos . Amarrado. Cual monumento egipcio hondea mi falo. Al calor abrasador, mi esbelta figura lo llama: “Amateur Porvenir” y a la incandescencia extrema “Áspero presente”. Mi cuerpo está hecho de carne cruda aspirante a ennegrecerse por completo. No envidio a los hombres de color porque ellos ya tienen la tarea completada. Me complace ennegrecerme y cumplo con ello.




Adoro la sensación de sosiego corporal que me provoca el despertar tortuoso que se aposenta cuando quedo dormido a pleno Sol. Aprecio llegar a tal extremo. El hecho de acariciar un golpe de calor y sobrevivir en el intento, me genera una situación de competitividad contra el calor solar, que me apasiona. Sobretodo por ese primer trago de cerveza que suelo tomar en esos instantes, Ese primer trago se convierte en toda una aparición. Ese primer trago es bebido por todo mi cuerpo. Todo él. En esa porción brevísima de tiempo todo es bebible, mis uñas , el salitre que se encuentra tejido en mi cuerpo, la arena que casi me oculta dentro de ella misma, el rayo que cae oblicuo, y que por lo tanto, es susceptible de ser bebido inclinando apenas cuarenta y cinco grados la cabeza… Por piedad al entorno, no olvidamos al omnipresente silbido del viento levantino, un viento que teje melodías opiáceas y valedoras de ser himnos generacionales que pueden ser bebidos a cualquier hora, en vaso o en copa y con hielo y limón. El olor del mar, clásico impune al paso del tiempo. Éste, pasa a ser considerado un “Ruso Blanco” bebible con cierta paciencia. El rugido de las olas, el agua y su salitre, podrían ser ardientes tragos de brebajes con altas dosis de alcohol. La mujer a veinte metros de tetas operadas, bebible, el cielo uniforme, lo mismo, el silencioso ruido de cualquier insecto, de acuerdo. No tolero nada el anis que desprende un conocido catedrático con su novio, y el olor a vodka ardiente de un ex inspector de policía con su última adquisición ( un jugador de póker de dieciocho años ). Bebo el hábitat, incluso la atmósfera, o la nube que tiene la forma de un pezón relleno de nata, o de un circulo emparanoyado por un parto prematuro de un embarazado no deseado: ha sido un Cuadrúpede, enhorabuena.





Delirio. Llego al delirio observando un extraño forcejeo entre un insecto con forma de ciervo y un gusano con existentes indicios de ebriedad veraniega. Ambos oponentes disputan una pugna salvaje, seguramente por alguna hembra. Durante la pugna el gusano cae y rueda veloz hacia mi, corro, pero la fuerza del insecto ciervo ha sido tal, que el gusano va a la deriva y sin control. Yo corro, pero se aproxima cada vez más, y poco a poco voy oyendo su cuerpo rugiendo y rodando detrás del mío. Noto casi su aliento en las plantas de mis pies, quienes, dicho sea de paso, están ardiendo por la arena carbonizada. Corro. Corro más, pero me quemo. Sin mirar hacia atrás. Corro. Me alcanza y caigo. No logro esquivar al gusano que me aplasta y sigue su rumbo hacia el vacío, y yo que por la inercia del golpe estoy rodando por esta arena candente, me dirijo sin rumbo ni beneficio hacia el final del precipicio. Caigo y no se oye nada… En el acto me acostumbro. Ya estoy aquí de nuevo. Y se abre una puerta. Modifico formas y adorno el presente estancado en estaciones hibernales que no valen la pena. Así me organizo. Elimino la aurora. A la aurora. ¿ La aurora o “el” aurora ?. Debido a las dudas, elimino a todas. Podré crear nuevas auroras con diferentes ocasos. Nuevos patrones de perpetuación de lo físico, como cuando éramos niños, y los enigmas del pasado eran descifrados lentamente y puestos en mentes poco codiciosas.



Desde que soy consciente de que tuve una infancia, la presencia de este calor es algo familiar. Ya de joven, era acusado en la escuela de permanecer mucho tiempo al Sol. Todos me preguntaban, ¿ qué ves?, y yo sólo me dedicaba a verlo y a sentirlo como golpeaba en mi cuerpo. Cuando arriba el calor aguerrido siento que carezco de lógica humana. Amago mi mediterránea permanencia a la ciudad y escapo del ligero sonreír urbano y de sus piernas pidiendo paso a los pasos de cebra, de esas gafas que cubren una cara que no queremos mostrar, de la cólera por la nada, de la inercia del sexo, del sol esperando en las terrazas, de esos extranjeros visitando El Carmen y de la temperatura que obliga a uno, a salir escupido a la calle por imperativo climático.



Huyo. Huyo a esa playa, esa playa mia y tuya, cercana a Cullera. Escondida entre el bullicio de las playas costeras. DESERTANDO del enorme barrizal angustioso del veraneo. Su silencio es escuchado por unos pocos privilegiados que guardan el secreto de forma lúcida y engañosa. Lugar donde puedo prestar mi cuerpo desnudo a la amabilidad del Sol. Dios Sol, te apodo mi “ Yo Nerón ” cuando el crepúsculo de la insistente luna hace desaparecer cualquier evidencia de que tu enorme luminosidad ha sido la única honestidad que ha abitado en esta playa espantada del tesón del acero. En el momento del crepúsculo ya siento nostalgia. Qué putada. Pues el último sesgo de calor vespertino es el más placentero. Hasta en la despedida eres ardiente e insano. En ese momento, me relajo en el mar. Así me despido de ti , dejándome llevar por el oleaje mientras palpita en el mar mi cuerpo desnudo : pum pum, pumpum, pum….pum, me sumerjo hasta mañana. Cuando vuelvas a aparecer, ya sabes que te estaré esperando en el infernal terreno arenoso . En el fondo, sólo pido que tengas piedad, quizás. Nada más por el momento.