Valentia Fosca nace!


Al lector:

No es menester querer promover una actividad tan poco lucrativa y didactica como la escritura. Lo hacemos como última voluntad. Antes de que todos acabemos carbonizados por la mugre que habita en la capital del Turia. Como huímos de ella en pos de un bienestar fetén, no vemos mejor elección que antrincherarnos en la red y ser profanos en nuestra tierra. A través de nuestros personajes crearemos un submundo oculto. Carecemos de mala voluntad; pero no somos testigos mudos, más bien somos declarantes que denuncian su malestar. Somos un poco hijos de puta.



martes, 9 de marzo de 2010

Elmir J. Siniestro. Elmir "vs" Ricardo Costa, parte II: EL RECHAZO.

Planea sin rumbo y apenas sin aire favorable una aureola de frustración cuando veo que Ricardo apenas la mira mientras ella le ajusta la corbata. Ricardo no deja de mirarse al espejo mientras ella enfrente de él, caricaturiza el semblante de los pormenores de la clase alta. La cognitiva fuente de alimentación que supone para ella él, no deja lugar a dudas. Pues me extraña, ya que ella no tiene aspecto de ser una rancia de derechas y poco buscona de placeres ocultos. Si, en efecto la incluiría dentro de las típicas estudiantes de derecho de nota alta y familia provechosa, pero creo que pese a que lee a Cohelo, tiene una emotividad especial y casi cautelosa porque se ha sensibilizado de una forma natural y viva cuando manteníamos una conversación “literaria” que Ricardo destruyó. Dentro de mi mismo, siento que la felicidad de ella no es plena. Parece como si ella fuera no solo la chica de Costa, sino que estima oportuno querer parecer alguien que no puede ser, a la sombra de un individuo que no puede impedir parecer lo que realmente es.


Él sabe que estoy ahí, pero no me ha dirigido ninguna mirada, a hecho como si no-existo mientras se ve abducido por la imposibilidad de despegarse de la imagen que refleja el espejo de si mismo. Ella se ha apartado cabizbaja y parece esperar un resultado positivo de su hombre quien continua mirándose al espejo, ahora de perfil. Manteniendo una distancia prudente sigo mirándola. Es rubia gentil, blanca dulzona y esperpénticamente esbelta. Si hoy tuviera en mis manos un pincel fino y un lienzo, ella encajaría perfectamente en el cuadro que me cautiva en estos instantes dentro de mi mente. Pero es incrédula esta realidad con soñadores como yo. Soñadores dispuestos a enternecerse con la simple mirada de una mujer no interesan quizás, a ese tipo de chicas que pueden sentir admiración por Ricardo Costa. Es un emblema de la vida. Careces de características que son realmente útiles y eficaces para la hembra y posees otras que no concuerdan dentro del campo gravitatorio de la necesidad sexual femenina. Si existe una vida póstuma, espero que todo encaje o que todo sea más verbal. En la vida que nos espera o no, después de esta desesperada no-vida, debería de existir unas coordenadas que coincidiesen al gusto del consumidor..



Ricardo se acerca a una dependienta y le da la confirmación. Su traje encaja a la perfección con su cuerpo, aunque en mi opinión , le quedan cortos los pantalones.



Ricardo, por fin, se digna a mirarme , pero coincide en esos momento en los que estoy disimulando y observo por el escueto rabillo de mi ojo izquierdo, que me mira de arriba a bajo y con lentitud. Ella ha descuidado una zona vacía en la que girándome unos pocos grados , veo que puedo invadir. Lo hago. Inevitablemente se establece una conversación, lo sé , provocada por mi.



Nos vamos. Gracias por tu gentileza. Aquí tienes mi email. Me ha dado su tarjeta.



De nada, gracias a ti. Me voy a quedar con la corbata naranja.



Y de repente interviene él:



Ibais a la universidad juntos, ¿no?, yo te conozco, dice Ricardo con cierto aire de amabilidad.



No, nos acabamos de conocer ahora.





Eso sé que le va a joder.





Dan media vuelta y veo que él le mira a ella con gesto de indeferencia, avanza unos pasos y pregunta por el baño a la dependienta pelirroja de ojos de tigre oriental. La dependienta felina le indica con un movimiento de cejas , el camino por donde Ricardo acudirá a , supongo yo, satisfacer sus necesidades físicas, que por otro lado , no me interesan.



Ella, al ver que él se introduce en los servicios, inclina su cuerpo hasta lograr verme, y acercándose sigilosamente y con cierta velocidad llega hasta mi y me dice:



Lo siento, es que mi novio entre que es muy celoso, su situación y que no le gusta verme hablar con desconocidos, no es muy amable de primeras y como entenderás, no quiere crear problemas. Me has parecido muy interesante y me gustaría volver a charlar contigo si la ocasión así surgiese. ¿Si la ocasión así surgiese? ¿ Qué habrá querido decir con eso? De todas maneras , no dudes en escribirme.



Te podría llamar si así lo desearas. Digo, como si nada dijese.



Eso es correr demasiado. No, no te voy a dar mi número.




¡Bum! Otra vez el rechazo vuelve a aposentarse como un bloque de plomo sobre mi pecho. Cuando lo ves venir, es más digerible, pero cuando olvidas por completo su existencia, y surge de entre la maleza como las bestias a la hora de embestir a su presa, con esa sorpresa y esa maldad salvaje, con esa astucia apodada “experiencia” que es irrefutable, valiente y eternamente eficaz, cuando menos te lo esperas, cuando menos debería de aparecer, cuando menos debería de gestarse, o incluso, cuando menos debería de sentirse, aparece ante ti, y te devora sin dejar aliento alguno. Te deja sin un mero aliento que por lo menos pueda ser capaz de capturar un mísera porción de aire; canalizarlo, ordenarlo y guiarlo desde los pulmones de la resignación creada por ese repudio instaurado, hacia el exterior. Ese rechazo, que ahora es joven, y que imposibilita la respiración llevándose consigo todo el aire que habita a nuestro alrededor, genera en nuestro interior, un terreno áspero , seco y propicio para la creación instantánea de fuego, corriendo el peligro de que se inicie una combustión ( entre el calor, la superficie humedecida y el poco aire seco que aun habita en mi interior ) que tarde o temprano derivará en brasas que a su vez, acabarán transformándose en llamas que además, prenderán, y finalmente nos deformarán el aspecto. Solo una brisa que penetrara por distintos orificios corporales y que facilitase la transpiración provocando una corriente , podría ser la única opción que nos permitiera no morir a causa de la hoguera prendida en nuestro interior, ya que la contracorriente creada, podría sofocar el fuego que se está originado. Ese ventarrón que sea capaz de desencadenar un resoplido consiguiendo que se ventile nuestro interior y que por consiguiente, impida que nuestro cuerpo no se quede lleno de nada y arda, es el propósito a conseguir. Esta hazaña se puede lograr mientras un individuo está viviendo y combatiendo el rechazo. En esa pugna, uno debe agenciarse la mayor proporción de aire posible antes de que el rechazo haya aniquilado cualquier partícula existente, así pues, HAY QUE SER VELOZ, y cuando el rechazo haya finalizado su linchamiento, entonces es cuando uno ya puede soltar el aire guardado, expulsarlo y volver a coger el aire que nace después de la masacre del rechazo y así, ejecutar el acto de respirar, es decir, el de no perecer. Si la aventura es llevada a cabo con éxito, el fuego que se había originado en nuestro interior causado por el rechazo, que es ya un rechazo maduro y con experiencia ( no cualquier rechazo ), se apagará y verá la superficie evaporándose en humo transparente.



Bien, pues ese aire, me fue imposible de adquirir cuando ella me rechazó. En presencia de ese No , sentí esa ausencia de aire que iba “apareciendo” velozmente y que me privaba del acto de inhalar. Y mi interior se encendía en llamas y el aire se disculpaba ante su ineficacia adoptando el papel de actor secundario. Pedí piedad al rechazo, pero éste eludió hablar del perdón y me castigó sin remordimiento ni pena en lo mas profundo de mi soberbia. Ese rechazo, ya en plena vejez ( y que cruza la delgada frontera que le lleva a estar a uno en esa fase terminal porque... ¡expira el tiempo! ) que forma parte de un pasado del que estoy pendiente de olvidar, se cebó conmigo y ante mi. Y allí , frente a ella, la lastimosa transformación facial se abrió paso; ojos transformados en almejas mugrientas, una mandíbula en decadencia y unos pómulos que se ausentan en carne viva, son ahora el reflejo de un hombre cuyo orgullo ha sido pisoteado por un rechazo que en breve será historia, será la intrahistoria patética de una fábula de un sujeto que un día se despertó en una eufórica burbuja de felicidad. Esa burbuja, explotó al contactar con el podrido mundo terrenal donde la justicia amorosa campea sin pena ni gloria, ausente en los escrupulosos vestigios inverosímiles e indescifrables que el corazón humano nos diagnostica los días en los que valdría la pena plasmar la belleza del hombre asustado y aterrorizado por la actitud del propio hombre.





Moraleja: El que no domine su interior, se pudrirá en sus emociones ardiendo en el infierno de la resignación. .



Continuará ...

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